«Rusia será aniquilada si decide usar armamento nuclear en esta guerra», dijo Josep Borrell hace unos días; la frase está pidiendo una coletilla que hasta al más tonto se le ocurre: «Y nosotros también». Nosotros también seremos aniquilados si la advertencia-amenaza de Borrell llega a cumplirse. Cuando el jefe de la diplomacia europea, cuya tarea se supone que debe ser facilitar el diálogo y las soluciones negociadas, utiliza este lenguaje de matón de barrio, en este caso el barrio es Europa y quizás el mundo, hay razones para pensar que lo peor se está fraguando paso a paso sin que nadie, nadie de quienes tienen poder para hacerlo, lo evite ni quiera evitarlo. Así que ahí vamos, alegres y confiados, hacia la catástrofe de una tercera gran guerra europea que como las anteriores se llamará mundial.

Como ya me parece escuchar la vocecita indignada que grita, «pero el culpable es Putin», me apresuro a decir que por supuesto Putin es el primer culpable ya que fue él quien lanzó a su ejército a invadir Ucrania, pero que hay también otros culpables y no todos están en Rusia. Cuando la escalada verbal de paso a la escalada bélica y nos veamos inmersos en una guerra de destrucción mutua- ¿o habrá que decir aniquilación al estilo Borrell? – no creo que entonces importe mucho quien dio el primer paso o quien es el mayor culpable. La pregunta entonces será ¿Por qué quienes podían evitarlo, no lo evitaron? Tan adormecidos estamos que no vemos a dónde conduce tanta retórica belicista, tanto derroche (¿habría que decir negocio?) armamentístico, tanto ardor guerrero y tanta unanimidad que no admite dudas, discrepancias ni por supuesto otro discurso que no sea el de «nada que negociar hay que vencer».

Es significativo que en esta Europa de las libertades el hecho de que, a raíz de la invasión y la guerra en Ucrania, se haya prohibido la difusión de los medios de comunicación rusos, la participación de deportistas rusos en competiciones europeas o que un teatro de una ciudad de provincias elimine de su programación una obra de Chejov porque ¡vaya por dios! resulta que es ruso como Putin, no parece incomodar demasiado a quienes quizás en otras circunstancias hubieran puesto el grito en el cielo pero ahora aplauden con entusiasmo o simplemente callan. Tampoco parece incomodar demasiado que un periodista español es decir ciudadano de la UE lleve más de nueve meses encarcelado en Polonia, país miembro de la OTAN y de la UE, a la espera de juicio y en régimen de inhumano aislamiento. Por cierto, para quienes no lo sepan que me temo pueden ser muchos, el periodista encarcelado en Polonia se llama Pablo González, es nieto de un «niño de la guerra», aquellos hijos de republicanos españoles que fueron enviados a la Unión Soviética para ponerlos a salvo de la guerra de España, por eso Pablo González nació en Moscú y habla ruso correctamente, razones que al parecer en Polonia son suficientes para acusar a un periodista español de espiar a favor de Rusia. Conviene recordarlo porque hay una estrategia de silenciamiento de todo aquello que pueda suscitar dudas o no cuadre con la versión oficial de las fuerzas del bien luchando contra las fuerzas del mal con la que se presenta esta guerra. Cuando Amnistía Internacional, haciendo gala de su habitual objetividad, presentó un informe que daba cuenta no sólo de atrocidades cometidas por el ejército ruso sino también las del ejército ucraniano, tuvo que retirarlo casi de inmediato, de no hacerlo se hubiera visto forzada a cerrar, al perder la financiación de Estados Unidos y los países de la OTAN. Ocultar información no es una manera muy fiable de contar lo que está ocurriendo, pero es la manera en la que se está contando lo que ocurre en esta guerra. También lo que ocurrió antes y lo que ocurrirá después si lo que dice el jefe de la diplomacia europea llega a cumplirse.

Uno de los argumentos que se esgrime con más ardor tanto en el ámbito político como en los medios de comunicación para justificar la negativa a toda posible cesión en una hipotética mesa de negociación, es el de que Europa está obligada a defender el derecho internacional porque ese es el modo civilizado de gestionar las relaciones entre naciones. Pero el derecho internacional en versión europea tiene una aplicación muy selectiva, puede llevarnos a la guerra total con Rusia pero no interfiere para nada en nuestras excelentes relaciones con Israel, país que viola sistemáticamente las resoluciones de la ONU, ha invadido en más de una ocasión el vecino Líbano, emplea en sus incursiones armas como las bombas de fósforo blanco y de fragmentación cuyo uso en zonas densamente pobladas está prohibido por la legislación internacional y sobre todo mantiene desde hace décadas una atroz ocupación militar del territorio palestino en el que, según acuerdos firmados con el aval de la ONU, EEUU y Europa, debería levantarse el futuro estado palestino. Mientras escribo estas líneas me llega un wasap de una amiga de Ramala, me cuenta que un médico de 42 años que estaba atendiendo a una niña en el hospital de Yenín, ha muerto de un disparo en el cabeza realizado por un francotirador del ejército israelí, el método es similar al del asesinato de la periodista Shireen Abu Akleh hace unos meses también en Yenín. En este mismo día y en esta misma ciudad del norte de Cisjordania, otros tres jóvenes palestinos han muerto por disparos del ejército de ocupación israelí… he dudado al escribir «ejército de ocupación» porque sé que eso suena a lenguaje de activistas, no de periodistas. La realidad es que el ejército israelí en Gaza, en Cisjordania y en Jerusalén oriental es una fuerza de ocupación, pero llamar a las cosas por su nombre en el caso de Palestina ha dejado de ser «lenguaje periodístico». No es nada excepcional, nada de lo que ha ocurrido mientras escribo estas líneas, un doctor y tres jóvenes palestinos muertos, es excepcional, ocurre a diario en los territorios palestinos bajo ocupación militar israelí. Y no pasa nada. No hay mandatarios europeos clamando por algún tipo de acción de castigo, más bien al contrario la Unión Europea mantiene relaciones comerciales preferentes con Israel, sus dirigentes intercambian visitas amistosas y en el festival de Eurovisión Israel participa, y hasta gana, sin problemas aunque en esos mismos días su ejército esté bombardeando una vez más la franja de Gaza.

El derecho internacional que Israel viola a diario en Palestina parece importar un comino a los dirigentes de la UE que sin embargo lo utilizan como excusa para justificar la escalada belicista en la que nos han embarcado.

Esto no va de derecho sino de hegemonía, la que Estados Unidos estaba perdiendo y ha recuperado tan fácilmente. Y de dependencia, la que Europa ha aceptado de manera tan dócil como insensata. No se trata de defender a la población ucraniana sino de utilizar Ucrania para aplastar a Rusia.

Y habrá muchos muertos, ucranianos, rusos y si nadie lo para habrá muchos muertos en toda Europa.

TERESA ARANGUREN

Publicado en Público.es el 17 de octubre de 2022