La memoria es la capacidad mental que posibilita a un sujeto registrar, conservar y evocar las experiencias (ideas, imágenes, acontecimientos, sentimientos, etc.). El Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española la define así: «Facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado». La memoria de ASPA también como colectivo quiere registrar, conservar y evocar tantas experiencias vividas en el curso.
Memoria que llamamos “bonita” no tanto por el corte estético, sino con el sentido más profundo de este adjetivo, del latín bona, que es “agradecida”. Como agradecimiento a todos las socias y socios de ASPA que han puesto su granito de arena por la paz y la solidaridad desde esta nuestra Andalucía de cada día.
Gracias, no es una simple palabra. Es sagrado sentimiento que nace en el alma y que nos hace entender que nuestra vida es nuestra vida y que nuestra voz es del reto de la gente como dice Pablo Alborán en “Gracias”.
Frente a esta actitud de gratitud, ¿Os habéis dado cuenta de que la industria cultural solo nos ofrece catástrofes, guerras e historias enmarcadas en escenario futuristas terribles? En las carteleras de nuestros cines no hay ni una sola película basada en utopías. Ni una sola productora en los grupos de poder nos ofrece relatos basados en la posibilidad de transformar nuestra sociedad para construir un mundo mejor. No nos ofrecen horizontes de posibilidades, nos ofrecen relatos apocalípticos porque nos quieren anestesiados, resignados, sin esperanza, creyendo que la autodestrucción es inevitable, que los seres humanos somos así, que no podemos cambiar.
¿Sabéis porque no quieren que soñemos con utopías? Porque si pudiésemos imaginar un mundo mejor, nos pondríamos a construirlo. Nos quieren sumidos en la desolación, desconectados de la realidad, convencidos de que estamos condenados para siempre a vivir en un mundo violento y cruel, y que no nos merecemos un mundo mejor. Soñar utopías es revolucionario porque la clave del poder que tienen los hombres de traje y corbata reside en la cantidad de gente que ha perdido la esperanza de que las cosas puedan cambiar o puedan ir a mejor.
Si ellos no nos quieren ofrecer utopías, entonces tendremos que crearlas, inundar nuestros relatos y nuestros corazones, y atrevernos a contarnos otras historias, con otras tramas, otros protagonistas y otros finales felices. Soñemos que se puede acoger a los inmigrantes como hacen muchas personas en nuestro entorno; soñemos que se pueden detener las guerras si hacemos que funcione el diálogo en la resolución de conflictos; soñemos en el cuidado de nuestra madre Tierra como vienen haciendo ya pequeños grupos en muchos rincones del planeta. No perdamos la esperanza, multipliquemos los caminos hacia la utopía, que no nos roben nuestros sueños, que nos merecemos un mundo mejor.
Luis Pernía, presidente de ASPA