Estamos pasando un mal rato. Figuras como Donald Trump, Elon Musk, Santiago Abascal, Javier Milei o Viktor Orbán configuran una entente internacional de la ultraderecha. Sus objetivos trascienden la mera conquista del poder, un hito que varios de ellos ya han logrado en sus respectivos contextos nacionales. Lo que está en juego es nada menos que el futuro de los sistemas democráticos occidentales y lo que para nosotrxs es nuestra vocación la cooperación internacional.

La estrategia de estos líderes se centra en dinamitar las bases de los Estados de derecho, debilitando las instituciones democráticas para implementar una agenda autoritaria. Entre sus prioridades destacan los ataques directos contra el movimiento feminista y el colectivo LGTBIQ+, además de intensificar la hostilidad hacia la migración, especialmente la procedente de países de mayoría musulmana. En lo inmediato negar cualquier tipo de ayuda a las personas migrantes y a la cooperación, como el reciente caso de los presupuestos de la ciudad de Sevilla.

Mientras esta red de la ultraderecha sigue expandiendo su influencia a nivel global, los gobiernos democráticos de Occidente enfrentan un reto crucial: encontrar respuestas efectivas para frenar su avance. La ultraderecha asciende en el mundo con el séquito de Musk, Trump, Silicon Valley y la oscura ideología que hay tras ellos. Pero ¿Cual es la raíz de esta deriva?

Indudablemente el neoliberalismo de nuevo cuño. Efectivamente, todo parte del neoliberalismo que es obsoleto, aunque le llamemos neo; que es opresivo, aunque le llamemos liberalismo.

El neoliberalismo a ultranza es la cuna que mece al neofascismo y puede ser definido como un nuevo movimiento político, económico y cultural basado en cuatro elementos principales:

  • La exitosa implantación de una ideología neoliberal, que incluye una clase media frustrada y resentida que basa su visión de mundo en las ideas de las elites y no ha creado su propio proyecto de clase.
  • Un anti-intelectualismo de las elites, que promueven el culto a la acción y el rechazo de la razón, desafían los pilares de la ilustración (negacionismo científico) y movilizan el sentido común como explicación de las cuestiones más diversas y complejas de la sociedad.

  • La producción de una identidad nacional a través de la síntesis única del “buen ciudadano”, “primero los de aquí” con explicaciones simples para cualquier situación, destinadas a omitir, ignorar o negar las contradicciones en torno a un pensamiento único con un discurso punitivo, militarista, negacionista, racista y misógino.

  • La movilización de la ideología anticomunista, que, apoyada en el fundamentalismo religioso, fusiona conservadurismo social y moralismo.

  • Y la utilización de las personas vulnerables, especialmente migrantes como “chivo expiatorio” para ocultar todas sus vergüenzas y desmanes inconfesables.

Luis Pernía