WARcomic, la mentira como arma de guerra es una propuesta desde el Espacio para la paz para reflexionar aquellos que decía Thomas Mann, escritor alemán La guerra es la salida cobarde a los problemas de la paz. Thomas Mann, escritor alemán vivió en la segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del XX. Vio cómo las grandes naciones europeas aireaban los conflictos y la animadversión que luego darían forma a la Primera Guerra Mundial. Editado por la editorial Algorfa se vende a 20 euros y se puede encontrar en librerías, en la editorial y en ASPA.

 Profundizando un poco. En agosto de 1939 los jerarcas nazis pusieron en marcha un montaje conocido como “la falsa bandera” simulando un ataque polaco a la radio estación alemana de Griwice en Silesia, para lo cual utilizaron prisioneros polacos disfrazados de soldados “atacantes”, luego asesinados. Con esta mentira, Hitler desató la invasión de Polonia inaugurando la Segunda Guerra Mundial el 1 de septiembre de 1939, que costó más de 70 millones de vidas.

Y es que estamos asistiendo a lo que ha sido una tónica a lo largo de la historia, pero que se ha agudizado en los últimos tiempos: las guerras de verdad con batallas de mentiras. La verdad es la primera víctima de las guerras, porque ni una sola guerra se ha justificado en lo que no sean falsedades. Las guerras no pueden ser buenas o gloriosas. Tampoco pueden justificarse como un medio para lograr la paz. Las mentiras son parte del paquete estándar.  Durante milenios las mentiras estuvieron antes y durante las guerras y han permitido que la confrontación bélica siga siendo una de nuestras herramientas de política pública. Se ha invocado la patria, la religión, la democracia, la cultura y, por supuesto, la paz.

Pero el recurso más recurrente es la seguridad. La seguridad no es una dimensión dada, objetiva e incuestionable, sino que es susceptible de numerosas interpretaciones, y como consecuencia, los análisis sobre seguridad dependen de la moral o de la perspectiva política de quien los realice. Sin embargo el complejo militar-industrial no es neutral e impone su lógica a gobiernos, medios de comunicación y a la población en  general.

Desde 1987, año en el que comencé a trabajar con mi ONG Asociación andaluza por la solidaridad y la paz (ASPA) tenía en mente hacer un cómic abogando por la paz. Siempre entendí que la paz no era la ausencia de guerra, sino un modo de entender la vida desde la tolerancia, el respeto, el diálogo y la armonía con la Naturaleza. Personalmente asumí la causa de la no violencia y desde siempre he participado en todas las movilizaciones contra la guerra. Incluso restañando las heridas como enfermero en algunos conflictos como el de Ruanda, Nicaragua, y Sáhara Occidental.

La lectura del libro Adictos a la guerra del norteamericano Joel Andreas me puso en contacto con las imposturas de la guerra y siguiendo un poco su relató decidí dar forma de cómic a mi visión de la adicción de Estados Unidos al armamentismo y  negocios que lo rodean. Podía haber cogido cualquier país, pero elegí el norteamericano únicamente por ser el primero en el ranking del empeño bélico.

Al tener formato de cómic he intentado hacer una ficción donde Pau, la protagonista, se mete en el espejo, que tanto le sorprende, como Alicia en el país de las Maravillas y  siguiendo el fondo oscuro de Kafka en sus relatos. La historia comienza en una interpelación que le hace el espejo a Pau para hacer un recorrido por la historia bélica de Estados Unidos en un principio acompañada de un niño llamado Inocent y luego del experimentado anciano Experiencie.

El mensaje, quiere poner el énfasis en las muchas y diversas razones que se han utilizado y se utilizan para justificar las guerras. Sí, la guerra como una gran mentira.  Y desde ahí ver también los enormes gastos en armamentos, que provocan dramáticos recortes en los programas educativos, sanitarios, de vivienda, y de protección del medio ambiente. Sin olvidar actuaciones como la guerra contra el terrorismo que está siendo utilizada como excusa para erosionar las libertades civiles. Recordar también las gravísimas consecuencias de las guerras en la población civil.

Junto a ello entender que las futuras prioridades militares están aún muy lejos de los anhelos de paz de la gente. Los presupuestos de los ejércitos no han ayudado a luchar contra la pandemia del COVID-10, ha sido precisamente todo lo contrario. Las tasas de infección de Estados Unidos, India y Rusia han sido de las más altas hasta ahora. Los intereses de estos países además de China, Francia Y Reino Unido se han centrado el mejorar el desarrollo de armas con inteligencia artificial que pueden buscar, rastrear, apuntar y potencialmente matar bajo el control de algoritmos, no de humanos. De hecho el incremento militar en el mundo ha sido del 0´7% en 2021 hasta alcanzar los 2´11 billones de dólares, un máximo histórico.

Sobre lo que, en estos días, ocurre en Ucrania podemos decir que se trata de una guerra y un montón de ciegos. La información que se nos facilita es machaconamente parcial para regocijo de los mercaderes de armas y gas.  Una guerra que no es del interés de los ciudadanos europeos. Pero los políticos del parlamento europeo, electos para mantener una Europa en paz, se escoran a otras causas que poco o nada tienen que ver con el compromiso del voto y sí con los intereses USA en Ucrania contra Rusia.

Quizá la prioridad no sea vender o comprar armas, sino plantar bosques y conservar la naturaleza, concretando algunas propuestas:

-Detener la carrera armamentista. Es la hora de firmar un acuerdo internacional vinculante para frenar el gasto en armamento.

-Liquidar de raíz el tráfico de armas para desactivar las amenazas terroristas.

-Reducir paulatinamente parte del presupuesto militar para asegurar el cumplimiento de los acuerdos de París.

-Revertir el presupuesto militar en los objetivos de desarrollo sostenible para 2030: erradicar la pobreza, combatir la desigualdad y crear millones empleos verdes.

WARcómic, la mentira como arma de guerra quiere ser una herramienta educativa y un alegato contra la violencia redentora de las guerras haciendo que ante el desastre nos preguntemos: ¿Dónde están esos cientos de millones de neuronas, que hacen emerger la conciencia? Todo está en nuestra mano. Solo tenemos que coger el dinero que gastamos en matarnos e invertirlo en salvar el presente y el futuro de la vida en la Tierra.

Quizá el mensaje final es aquel viejo mantra bíblico “convirtamos las espadas y lanzas en azadas y podaderas”

Luis Pernía Ibáñez